domingo, 12 de enero de 2014

HUNGER

Nacionalidad: Irlanda (2008)
Director: Steve McQueen
Guión: Steve McQueen

Sinopsis

Hunger nos sitúa en la Irlanda de Norte de 1981, recogiendo los hechos acontecidos en la Maze Prision como consecuencia de las reivindicaciones de los presos paramilitares republicanos tras la pérdida de los derechos que les daba su status político. Tras cinco años de duros conflictos internos, los presos decidirán iniciar una huelga de hambre encabezada por su líder Bobby Sands. Aclamado debut del director y guionista Steve McQueen, que recibió por esta película la Cámara de Oro del Festival de Cannes a la mejor ópera prima.

Crítica

Steve McQueen dio sus primeros pasos en el mundo del largometraje con esta compleja, dura y controvertida cinta. La película desconcierta desde el principio, por lo que si uno no conoce la historia puede sentirse un poco perdido. La sucinta introducción no contextualiza el desarrollo de los hechos ni favorece la comprensión del mensaje para alguien ajeno al tejido histórico en el que se ambienta. Estamos en Irlanda del Norte, en el año 1981. Desde principios de los 70, y ante la incapacidad del parlamento unionista de Stormont para contener el conflicto armado entre los grupos paramilitares republicanos (católicos y nacionalistas, el IRA, en sus dos facciones, la oficial y la provisional, y el INLA) y lealistas (protestantes y leales a la Corona Británica, el UVF y la nueva UDA), el gobierno británico decide suspender la autonomía del parlamento norirlandés y hacerse cargo de la situación. A fin de restar importancia a estos movimientos paramilitares y mermar su trascendencia y apoyo social, una de las medidas tomadas en 1976 fue eliminar el estatus político de sus presos, siendo desde ese momento juzgados en los tribunales Diplock courts, cuyo objetivo era asimilar los delitos paramilitares a los crímenes comunes. Las mayores reivindicaciones vinieron desde el bando republicano, pues contaban con mayor número de presos, iniciando dos protestas carcelarias. La denominada Blanket protest consistía en negarse a vestir el uniforme ordinario de prisiones, prefiriendo cubrir su cuerpo desnudo únicamente con una manta. Mediante la Dirty protest se opusieron a limpiar sus celdas de excrementos y orines y a mantener su propia higiene, poniendo en riesgo la salubridad de sus pabellones carcelarios y su propia integridad física. Todo esto culminó en una fallida huelga de hambre en 1980. En 1981, también en la Maze Prison y encabezada por Bobby Sands, tendría lugar una segunda huelga de hambre con mayores repercusiones, momento éste en el que McQueen nos sitúa.

El director remueve nuestras conciencias mostrándonos una primera parte casi sin diálogos y cargada de una cruda violencia derivada del conflicto que supone para los carceleros tener que emplear la fuerza para mantener el orden y asear a unos presos que, en defesa de sus principios, se niegan con todo su aliento a que les arrebaten lo único que tienen para reivindicarse. No hay aquí ganadores ni perdedores, calando las imágenes en nuestro ánimo por su brutalidad y dureza. El único contacto que tenemos con el exterior es la voz en off de Margaret Thatcher fijando inamovible la postura del gobierno británico, así como algunos aspectos de la vida del carcelero interpretado por Stuart Graham que nos permiten ver que, más allá de lo que sucede dentro de la prisión, se trata de un hombre de familia que vive con miedo y temor su día a día.


En un segundo acto, McQueen cambia de tercio y nos presenta un diálogo entre Bobby Sands (Michael Fassbender) y el padre Moran (Liam Cunningham). El director nos abstrae del intimismo claustrofóbico de las celdas embadurnadas de excrementos y del tenso movimiento de cámara que acompaña a las escenas de violencia, fijando la imagen frente a ambos personajes durante casi  17 minutos. Ausente de elementos que desvíen la atención, más allá del humo de los cigarrillos, el espectador se ve liberado del desasosiego anterior y se encuentra en disposición de asimilar el intercambio de posturas entre ambos. Mientras que el padre Moran aboga por buscar una solución dialogada que acabe con tanto sufrimiento, Sands se aferra a sus convicciones, estando dispuesto a llegar hasta el final por ellas. La huelga de hambre ya se ha iniciado.




Finalmente, un tercer acto brutal nos hace revolvernos en nuestras butacas al obligarnos McQueen a asistir al durísimo deterioro físico que sufre Bobby Sands consecuencia de la inanición por la huelga de hambre. A través de su sufrimiento físico y moral, las convicciones de Sands se elevan ontológicamente trascendiendo el mundo material y su propia vida para conseguir golpear irremediablemente en la conciencia de la sociedad.



Esta película habría que emparentarla, por temática general, al díptico de los noventa En el nombre del padre y En el nombre del hijo (magnífica colaboración de ambos directores, Jim Sheridan y Terry George, intercambiándolos papeles de dirección y guión de una a otra). No en vano, en En el nombre del hijo, Terry George ya centraba la atención en el sufrimiento de dos madres que ven como sus hijos, paramilitares del IRA, son encerrados en la Maze Prision y se unen a las reivindicaciones en pos de un status político que habían iniciado otros presos. McQueen aquí nos traslada al mismo lugar y al mismo momento, pero exonera de responsabilidad dramática a los familiares (presentando a los padres de Bobby Sands como impasibles observadores de su sufrimiento) y decide trasladar directamente al espectador la responsabilidad de asumir dicho dramatismo.

Al igual que ya hiciera Terry George, McQueen intenta mantenerse neutral ante el posicionamiento político, siendo su cinta más bien una denuncia del sufrimiento derivado del sinsentido de las imposturas políticas. Cintas como Omagh, de Pete Travis, o Bloody Sunday, de Paul Greengrass, ya nos mostraban los estragos del conflicto en el pueblo llano, tanto por parte de los grupos paramilitares (el autodenominado IRA auténtico) en la primera, como por parte del ejército británico en la segunda. En la película de McQueen en realidad no hay buenos ni malos. Hay carceleros y presos, y conceptos como reivindicación, miedo, abnegación o sacrificio. Pero por encima de todo esto hay sufrimiento y dolor.

El intimismo carcelario de los presos y el minimalismo escenográfico de sus celdas qué duda cabe que bebe del cine francés de Bresson, encontrando su mejor fuente de inspiración en Un condenado a muerte se ha escapado. Sabida es la admiración de McQueen por el grupo de la Nouvelle Vague, revelándose esta cinta como un epígono de los postulados defendidos por el movimiento francés de finales de los 50. Además de esta mirada al realismo visual de Bresson, también se aprecian en la película implícitos otros aspectos del movimiento francés, como es la búsqueda de nueva formas de “ver”, la libertad de ataduras formales a favor del naturalismo expresivo, la especial atención al montaje y finalmente un interés por ahondar en los recovecos de la condición humana cuando ésta es aislada del aburguesamiento social.

Pone sobre la mesa McQueen su carta de presentación con un primer largo que destila un hacer elegante y muy personal, apoyándose en el poderío visual de sus escenas, en una perfecta fotografía y en un gran montaje para ir construyendo el marco narrativo y argumental. Sin casi diálogos o una banda sonora que aderece la carga dramática, el director consigue acceder a los resortes de la psique humana gracias a la fuerza expresiva de sus imágenes y a unas interpretaciones que rozan la perfección (Fassbender simplemente está magistral, restando con su interpretación méritos al también soberbio trabajo de Stuart Graham y de Liam Cunningham). El impecable guión, cuya meridiana división en tres actos habría firmado Baroja para su Árbol de la ciencia (y perdónenme los versados en letras españolas por tamaña comparación), no deja rendijas abiertas a la especulación, erigiéndose como un complejo engranaje que funciona hasta en la más pequeña de sus piezas.

Desgarradora y arriesgada película que nos muestra, desnuda de atrezos innecesarios, el sufrimiento y el dolor que produce la irracionalidad y el sinsentido de la condición humana cuando se abandona el camino del entendimiento. Gran cine el de Steve McQueen, que se atreve a desafiar con inteligencia y maestría los convencionalismos formales y morales, para erigirse, ya desde su primera película, como uno de los grandes directores a tener en cuenta dentro del  actual panorama cinematográfico. 


Valoración personal: 8






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