Nacionalidad: Irlanda (2008)
Director: Steve McQueen
Guión: Steve McQueen
Sinopsis
Hunger nos sitúa en la Irlanda de
Norte de 1981, recogiendo los hechos acontecidos en la Maze Prision como
consecuencia de las reivindicaciones de los presos paramilitares republicanos
tras la pérdida de los derechos que les daba su status político. Tras cinco años
de duros conflictos internos, los presos decidirán iniciar una huelga de hambre
encabezada por su líder Bobby Sands. Aclamado debut del director y guionista
Steve McQueen, que recibió por esta película la Cámara de Oro del Festival de
Cannes a la mejor ópera prima.
Crítica
Steve McQueen dio sus primeros
pasos en el mundo del largometraje con esta compleja, dura y controvertida cinta.
La película desconcierta desde el principio, por lo que si uno no conoce la
historia puede sentirse un poco perdido. La sucinta introducción no
contextualiza el desarrollo de los hechos ni favorece la comprensión del
mensaje para alguien ajeno al tejido histórico en el que se ambienta. Estamos
en Irlanda del Norte, en el año 1981. Desde principios de los 70, y ante la
incapacidad del parlamento unionista de Stormont para contener el conflicto armado
entre los grupos paramilitares republicanos (católicos y nacionalistas, el IRA,
en sus dos facciones, la oficial y la provisional, y el INLA) y lealistas
(protestantes y leales a la Corona Británica, el UVF y la nueva UDA), el
gobierno británico decide suspender la autonomía del parlamento norirlandés y hacerse
cargo de la situación. A fin de restar importancia a estos movimientos
paramilitares y mermar su trascendencia y apoyo social, una de las medidas
tomadas en 1976 fue eliminar el estatus político de sus presos, siendo desde
ese momento juzgados en los tribunales Diplock courts, cuyo objetivo era
asimilar los delitos paramilitares a los crímenes comunes. Las mayores reivindicaciones
vinieron desde el bando republicano, pues contaban con mayor número de presos,
iniciando dos protestas carcelarias. La denominada Blanket protest consistía en
negarse a vestir el uniforme ordinario de prisiones, prefiriendo cubrir su
cuerpo desnudo únicamente con una manta. Mediante la Dirty protest se opusieron
a limpiar sus celdas de excrementos y orines y a mantener su propia higiene,
poniendo en riesgo la salubridad de sus pabellones carcelarios y su propia integridad
física. Todo esto culminó en una fallida huelga de hambre en 1980. En 1981,
también en la Maze Prison y encabezada por Bobby Sands, tendría lugar una
segunda huelga de hambre con mayores repercusiones, momento éste en el que
McQueen nos sitúa.
En un segundo acto, McQueen cambia de tercio y nos presenta un diálogo
entre Bobby Sands (Michael Fassbender) y el padre Moran (Liam Cunningham). El
director nos abstrae del intimismo claustrofóbico de las celdas embadurnadas de
excrementos y del tenso movimiento de cámara que acompaña a las escenas de
violencia, fijando la imagen frente a ambos personajes durante casi 17 minutos. Ausente de elementos que desvíen
la atención, más allá del humo de los cigarrillos, el espectador se ve liberado
del desasosiego anterior y se encuentra en disposición de asimilar el
intercambio de posturas entre ambos. Mientras que el padre Moran aboga por
buscar una solución dialogada que acabe con tanto sufrimiento, Sands se aferra
a sus convicciones, estando dispuesto a llegar hasta el final por ellas. La
huelga de hambre ya se ha iniciado.
Finalmente, un tercer acto brutal nos hace revolvernos
en nuestras butacas al obligarnos McQueen a asistir al durísimo deterioro
físico que sufre Bobby Sands consecuencia de la inanición por la huelga de
hambre. A través de su sufrimiento físico y moral, las convicciones de Sands se
elevan ontológicamente trascendiendo el mundo material y su propia vida para conseguir
golpear irremediablemente en la conciencia de la sociedad.
Esta película habría que
emparentarla, por temática general, al díptico de los noventa En el nombre del padre y En el nombre del hijo (magnífica
colaboración de ambos directores, Jim Sheridan y Terry George,
intercambiándolos papeles de dirección y guión de una a otra). No en vano, en En el nombre del hijo, Terry George ya
centraba la atención en el sufrimiento de dos madres que ven como sus hijos,
paramilitares del IRA, son encerrados en la Maze Prision y se unen a las
reivindicaciones en pos de un status político que habían iniciado otros presos.
McQueen aquí nos traslada al mismo lugar y al mismo momento, pero exonera de
responsabilidad dramática a los familiares (presentando a los padres de Bobby
Sands como impasibles observadores de su sufrimiento) y decide trasladar
directamente al espectador la responsabilidad de asumir dicho dramatismo.
Al igual que ya hiciera Terry George,
McQueen intenta mantenerse neutral ante el posicionamiento político, siendo su
cinta más bien una denuncia del sufrimiento derivado del sinsentido de las
imposturas políticas. Cintas como Omagh,
de Pete Travis, o Bloody Sunday, de
Paul Greengrass, ya nos mostraban los estragos del conflicto en el pueblo
llano, tanto por parte de los grupos paramilitares (el autodenominado IRA
auténtico) en la primera, como por parte del ejército británico en la segunda.
En la película de McQueen en realidad no hay buenos ni malos. Hay carceleros y
presos, y conceptos como reivindicación, miedo, abnegación o sacrificio. Pero
por encima de todo esto hay sufrimiento y dolor.
El intimismo carcelario de los
presos y el minimalismo escenográfico de sus celdas qué duda cabe que bebe del
cine francés de Bresson, encontrando su mejor fuente de inspiración en Un condenado a muerte se ha escapado.
Sabida es la admiración de McQueen por el grupo de la Nouvelle Vague, revelándose esta cinta como un epígono de los postulados
defendidos por el movimiento francés de finales de los 50. Además de esta
mirada al realismo visual de Bresson, también se aprecian en la película
implícitos otros aspectos del movimiento francés, como es la búsqueda de nueva
formas de “ver”, la libertad de ataduras formales a favor del naturalismo
expresivo, la especial atención al montaje y finalmente un interés por ahondar
en los recovecos de la condición humana cuando ésta es aislada del
aburguesamiento social.
Pone sobre la mesa McQueen su carta
de presentación con un primer largo que destila un hacer elegante y muy
personal, apoyándose en el poderío visual de sus escenas, en una perfecta
fotografía y en un gran montaje para ir construyendo el marco narrativo y
argumental. Sin casi diálogos o una banda sonora que aderece la carga
dramática, el director consigue acceder a los resortes de la psique humana gracias
a la fuerza expresiva de sus imágenes y a unas interpretaciones que rozan la
perfección (Fassbender simplemente está magistral, restando con su
interpretación méritos al también soberbio trabajo de Stuart Graham y de Liam
Cunningham). El impecable guión, cuya meridiana división en tres actos habría
firmado Baroja para su Árbol de la
ciencia (y perdónenme los versados en letras españolas por tamaña
comparación), no deja rendijas abiertas a la especulación, erigiéndose como un
complejo engranaje que funciona hasta en la más pequeña de sus piezas.
Desgarradora y arriesgada
película que nos muestra, desnuda de atrezos innecesarios, el sufrimiento y el
dolor que produce la irracionalidad y el sinsentido de la condición humana
cuando se abandona el camino del entendimiento. Gran cine el de Steve McQueen,
que se atreve a desafiar con inteligencia y maestría los convencionalismos
formales y morales, para erigirse, ya desde su primera película, como uno de los
grandes directores a tener en cuenta dentro del actual panorama cinematográfico.
Valoración personal: 8
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